La escasez del agua es uno de los principales problemas a los que se enfrentará la humanidad

Attua Alegre Paiz

Foto extraída de africasti.com. Algunos derechos reservados.

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Nuestro planeta está compuesto por un 2,5% de agua. Sin embargo, desde el espacio se aprecia que el 75% de la superficie está cubierta por esta sustancia química formada por dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno; por esta razón, se ha dicho que el verdadero nombre de La Tierra debería ser “El Planeta Azul”. No obstante, aunque pueda parecer que no existen problemas de agotamiento de este recurso, la realidad es que solo un 2,5% de toda el agua del planeta es dulce o consumible, y de este porcentaje las tres cuartas partes se encuentran en glaciares y altas montañas. Por lo tanto, el agua, recurso imprescindible para la vida de los seres vivos – incluido el ser humano – es un bien muy valioso y escaso.

Aproximadamente el 65% del cuerpo de una persona adulta es agua, por lo que necesitamos consumir diariamente un promedio de dos litros de este líquido para regenerar nuestro organismo. De hecho, para mantenernos con vida no podemos permanecer más de cinco días sin beber agua. Actualmente, en las sociedades más desarrolladas los ciudadanos perciben con naturalidad su acceso ilimitado a este recurso; de hecho, no podría ser de otra forma, ya que llenamos piscinas, disfrutamos de fuentes, nos duchamos diariamente y utilizamos el agua en nuestra alimentación todos los días. ¿Acaso podría pensar alguien que el agua es un recurso escaso cuando observa enormes pasillos en los supermercados repletos de botellas de agua mineral, refrescos, gaseosas, cervezas…?

Lamentablemente la realidad es bien distinta. De las 7.000 millones de personas que poblamos el planeta, alrededor de 2.400 millones no tienen acceso a una fuente de agua potable; es decir, el 34,3% de la población global. Una situación, que según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) empeorará gravemente en los próximos diez años, estimando que en el 2025 dos terceras partes de la población vivan en estrés hídrico – esta situación se produce cuando el consumo anual de una persona al año está por debajo de los  1.700 m3; actualmente existen alrededor de 1.600 millones de personas con estas tasas de consumo -. Además, de los 700 millones de ciudadanos que actualmente sufren escasez de agua (menos de 1.000 m3 de agua por persona al año), se pasará a la terrorífica cifra de 1.800 millones de personas con escasez total de agua (lo que supone un consumo anual por persona inferior a los 500m3).

Mientras tanto, la sobrexplotación de este recurso está vaciando acuíferos a un ritmo superior al de regeneración, se han contaminado lagos, ríos y océanos, llegando a formas verdaderas islas de residuos plásticos en mitad del Pacífico, y su empleo en la agricultura y la industria es fundamental. De hecho, de los 374 km3 de agua que se consumen anualmente en Europa, 204 km(el 54,55%) es empleado por la industria, 109 km3 (el 29,14%) por la agricultura, y 61 km3 (el 16,31%) responde a la demanda doméstica según datos del Parlamento Europeo. Por lo tanto, no es sorprendente que este año las Naciones Unidas hayan enfocado la onceava edición del Día Mundial del Agua en el tema “Agua y Energía”, ya que la industria en general, y especialmente la energética, precisan de este recurso. Ya sea en la producción de energía hidroeléctrica, nuclear o térmica, el agua es un recurso esencial. Como curiosidad, cabe señalar que el 8% de la energía generada es utilizada para bombear, tratar y transportar este recurso.

La mejor evidencia de este consumo descomunal del agua se puede encontrar al comparar la evolución de la demografía mundial y el consumo de este bien durante el último siglo. Mientras que la población se ha multiplicado por cuatro desde principios del siglo XX, la extracción de agua lo ha hecho por seis; lo cual  ha puesto en detrimento su calidad y ha favorecido el surgimiento de incontables conflictos sociales y bélicos en torno a la posesión de este recurso. Así pues, el conflicto palestino-israelita no se podría entender sin considerar la fijación de Israel por dominar los acuíferos localizados en suelo palestino. Pues bien, no sería de extrañar que el próximo gran conflicto militar al que se expusiera la humanidad fuese el control del agua potable. En 2008, un cortometraje del director madrileño Eduardo Chapero-Jackson, “The End”, retrató en un futuro cercano los estragos civiles que la sequía y la escasez del agua habían traído a la sociedad estadounidense. Una situación que no cuesta imaginar fuera de la ficción.

En España, la crisis ha dificultado el acceso a agua potable a una parte considerable de la población. La subida desigual de su precio en las distintas provincias, así como la privatización de su abastecimiento en un 57% de todo el sistema de reparto de aguas, ha provocado un aumento del 30% en cortes de suministros en 2013 con respecto a la media de los tres años anteriores. En total se tramitaron 500.000 avisos de cortes de suministros de los que 300.000 se hicieron efectivos – estas cifras dadas por la Asociación Española de Operadores Públicos de Abastecimiento y Saneamiento (Aeopas) es aproximada al no existir un organismo regulador – una situación conocida como desahucio hídrico. Por otro lado, en Argentina se está viviendo desde hace varios meses una de las peores sequías del último siglo. Cosechas enteras han quedado destrozadas al norte del país, y se ha limitado y dificultado el consumo de agua para gran parte de la población. Concretamente, existen aproximadamente 1.700.000 personas que no tienen acceso a agua ni en calidad ni en cantidad.

No sería de extrañar que surgiesen grandes e importantes movimientos ciudadanos en defensa del adecuado reparto y gestión del agua. Aunque dada la evolución histórica de la humanidad, vamos directos hacia una situación parecida al relato de Chapero-Jackson. No obstante, también existen razones para el optimismo. La ciencia se está esforzando en producir eficientes sistemas de filtrado y potabilización del agua, e incluso de producción como os contábamos la semana pasada en este artículo; se están impulsando medidas ecologistas para evitar la contaminación de las aguas con severos castigos a los que comentan estos delitos; y la conciencia de los ciudadanos cada vez es mayor, lo que está favoreciendo un consumo más racional tanto en los hogares, como en los campos, o en las propias industrias. Por lo tanto, como ciudadanos tenemos la responsabilidad de aplicar esta concienciación día a día para intentar evitar que este trágico pronóstico de futuro se cumpla. Con suerte, incluso, quizá de aquí a unos años, la humanidad pueda estar orgullosa de haber conseguido mejorar la situación; es obligatorio.

Cortometraje «The End» (2008), de Eduardo Chapero-Jackson